Hace poco, en una tertulia de fútbol, me preguntaron por la conveniencia o no de recurrir al coaching para mejorar los resultados de un equipo profesional. En ese momento uno de los tertulianos dijo algo que me impactó. Dijo: “Lo siento, Arturo, pero yo no creo en el coaching”. A micrófono cerrado confesó que no tenía idea de lo que es, pero que aún así a él le sonaba a palabrería.

“Lo siento, Arturo, pero yo no creo en el coaching”

Ni falta que te hace creer”, le dije. “Es más, ¿acaso crees en las matemáticas? Pues con el coaching pasa lo mismo que con lo que aprendemos en el colegio, es una herramienta y no hay que creer en ello, basta con aprender a utilizarlo para sacarle provecho después en cualquier cosa que hagas en tu vida”.

¿Acaso crees en las matemáticas? Basta con aprender a utilizarlas para sacarles provecho después.

Si una persona no aprende a contar, vivirá con esa carencia formativa; de la misma forma, si no aprende a gestionar la frustración, a controlar la ira o a manejar sus miedos… se verá lastrada en muchos ámbitos de tu vida. Sin embargo, se engañará pensando: “soy así, no hay nada que hacer”, pero no es cierto.

Las personas tenemos una parte racional, que trabajamos en la escuela (de lo contrario no la desarrollaríamos); y una parte emocional que influye radicalmente en nuestro rendimiento, comportamiento y desarrollo. Nuestra dimensión emocional encuentra pocos referentes para su formación, porque la sociedad no ejerce la mejor de las influencias y los padres tienen poco tiempo para sus hijos.

Nuestra dimensión emocional encuentra pocos referentes para su formación.

Sin embargo ahora hay nuevos recursos formativos, como el coaching, que suponen una evolución a la hora de desarrollar nuestras capacidades emocionales. Igual que es posible superar la vergüenza a hablar en público, y a esto se aprende, cualquiera puede trabajar su autoestima, que no es innata y fluctúa en la vida; o puede mantener niveles altos de automotivación aprendiendo a gestionar sus creencias; o puede descubrir su talento y desarrollarlo a partir del autoconocimiento; o puede afrontar la adversidad manejando su atención y sus pensamientos.

Ahora hay nuevos recursos formativos, como el coaching, que suponen una evolución a la hora de desarrollar nuestras capacidades emocionales.

El coaching no es una ciencia exacta pero sí utiliza metodologías y técnicas concretas que contribuyen a forjar un carácter constructivo y tenaz; fomentan la autonomía y el desarrollo integral de la persona; impulsan el ingenio y la cooperación -bases del progreso-; y permiten ir desde donde uno está hasta donde quiera llegar.

El coaching no es una ciencia exacta pero sí utiliza metodologías y técnicas concretas.

Esta disciplina se enfrenta a la misma resistencia que todo lo desconocido. Es como cuando alguien dijo por primera vez que iba a construir una máquina voladora. En principio lo que desconocemos nos crea rechazo porque no encaja con nuestro patrón habitual de pensamiento y porque es más cómodo y “seguro” seguir como siempre hemos estado.

En principio lo desconocido nos crea rechazo.

Sin embargo, escuchando con atención e interés es posible entender que quienes nos dedicamos al Desarrollo Personal -que utiliza el Coaching entre otras disciplinas- no estamos locos ni buscamos aprovecharnos de nadie; y que quienes encuentran beneficios reales para su vida a través de la formación en Desarrollo Personal no son menos inteligentes o instruidos que otras personas.

Lo cierto es que NO todo está inventado y quienes innovan primero van un paso por delante.